Artículo de Opinión por Álvaro Bajén, secretario general de UPTA Aragón

Sergio me decía: ¡ya sabes que soy un sencillo mecánico, que me gusta mi oficio, hacer números e inventar!. Me contó una anécdota : Un buen día que me encontraba en el Ayuntamiento, hace ya años, estaba esperando al Alcalde, pues quería resolver un asunto, en esto que veo un bonito reloj colgado en la sala de espera que observo no funciona. Como no tenía otra cosa que hacer lo descuelgo y me dispongo a inspeccionarlo, descubro que lo único que le faltaba al reloj era que había que darle cuerda, con lo que procedo a darle cuerda y colgarlo en la pared y sigo esperando al Alcalde.
Cuando ya me recibe y estoy exponiéndole mi asunto, en esto que suena el reloj, una música agradable surge en el interior del Ayuntamiento. El Alcalde se sorprende gratamente y dice: ¡no sabía que este reloj funcionara! El oficial municipal que estaba presente dijo: ha sido Sergio que lo ha arreglado.

Al ver el Alcalde las habilidades de Sergio le propuso arreglara el reloj de la torre del Ayuntamiento. Un bonito reloj que se encontraba en el torreón del Ayuntamiento. Y dicho y hecho el reloj principal del Ayuntamiento fue arreglado, sonando alegremente cada hora en noble competición con las campanas de la Iglesia.

Al cura no le pareció bien esta competencia y en la primera ocasión que tuvo logró que el presupuesto para arreglar el reloj se cancelara. Así el reloj del pueblo dejó de sonar.

Recuerdo con nostalgia mis conversaciones con Sergio, pues siempre tenía tiempo para hablar con sus clientes.

El se confesaba autónomo insobornable, discutía con el inspector de trabajo, pues cuando le pedía el horario laboral siempre le contestaba lo mismo: mi horario es ¡desde que entro hasta que salgo!

Sergio era imprescindible en su pueblo, tanto arreglaba un tractor como resolvía un problema complicado de resistencia de materiales, era herrero, mecánico e inventor. Su tiempo libre lo empleaba para inventar máquinas que resolvieran problemas concretos. Logró desarrollar un artilugio que permitía a los agricultores recoger las uvas sin tener que partirse uno los riñones.

No sé que ha sido de Sergio pues dejé de ir los veranos por ese pueblo, pero sé que hay muchos Sergios en mi país y los necesitamos a todos.

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